En el México de la "Transformación", la sangre no se limpia, se recicla. El asesinato del alcalde independiente de Uruapan, Carlos Manzo, a balazos en plena plaza pública, no puede ser calificado de otra forma que no sea un acto de "negligencia criminal de Estado". Este valiente, que había denunciado amenazas y exigido apoyo, se convirtió en el séptimo edil ejecutado bajo el gobierno del morenista Alfredo Ramírez Bedolla. Manzo, custodiado por catorce elementos de la Guardia Nacional (GN), demostró que la "mano firme" del Estado es tan efectiva como un vaso de agua en el infierno.
La respuesta de la presidenta Claudia Sheinbaum fue digna de un guión de telenovela: lanzar el "Plan Michoacán por la Paz y la Justicia", que no es más que una calca (once años después) del fallido programa de Peña Nieto. La clave para la pacificación, según el nuevo plan, es dar becas para universitarios, porque claro, el problema de Michoacán son los altos índices de educación, no el crimen organizado ni la ineficacia gubernamental. Por si fuera poco, la mandataria dedicó su furia no a los asesinos, sino a los "buitres" de los medios y a Calderón (el villano favorito que, a veinte años de distancia, sigue siendo el chivo expiatorio oficial).
El Congreso, por su parte, se transformó en un mercado de insultos y protestas. La oposición (PAN/PRI), calificada de "carroñeros", puso sombreros "ensangrentados" en sus curules y exigió la renuncia de Bedolla por "ineptitud". La panista Lilly Téllez, la "vocería de Salinas Pliego", en un arrebato de civilidad, llamó al morenista Noroña "payaso imbécil" por llorar por Palestina en lugar de por el alcalde. Mientras tanto, la propia Presidenta fue víctima de acoso sexual cerca de Palacio Nacional, demostrando que en esta "Transformación", ni la figura máxima se salva de la violencia machista y de un aparato de seguridad heredado y fallido.
Y para que la burla sea completa, el primer juez federal electo por el "voto del pueblo", Adrián Guadalupe Aguirre Hernández, renunció a los dos meses. Una señal clara de que la "reforma judicial va requetebién". El país, entre balaceras, acoso y becas, no deja de ser un espectáculo de humor negro garantizado.