Después de una semana de incertidumbre, negociaciones y probablemente varias tazas de café cargadas de desesperación, la presidenta de Méx...
Después de una semana de incertidumbre, negociaciones y probablemente varias tazas de café cargadas de desesperación, la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, vio cómo los astros se alinearon para que la crisis interna de Estados Unidos lograra lo que su equipo no pudo: la posposición del cobro del 25% de aranceles a los productos mexicanos. En un mundo donde el tiempo es oro, Sheinbaum vio ante sí un mes más de respiro. Un mes en el que México podrá seguir exportando aguacates, tequila y sueños rotos sin que le duela tanto el bolsillo.
No había terminado de secarse la tinta del triunfal comunicado oficial cuando Sheinbaum, en un movimiento digno de un thriller político, anunció que se acababa el romence económico con la era de YSQ y que Edgar Amador sería el nuevo secretario de Hacienda y Crédito Público, sustituyendo a Rogelio Ramírez de la O. ¿El motivo? Bueno, parece que Ramírez de la O dejó una deuda histórica que haría llorar hasta al más estoico de los economistas. Y eso que veníamos de la era de López Obrador, donde la palabra "austeridad" se usaba más que "abrazos, no balazos". Pero, claro, en política, la herencia siempre es culpa del anterior, aunque el anterior sea de tu mismo partido. Cosas que pasan.
Para celebrar este "éxito", Sheinbaum ofreció un discurso en la explanada del Zócalo de la Ciudad de México, ante miles de personas que, probablemente, estaban más interesadas en los puestos de tacos que en su oratoria. Asistieron empresarios, gobernadores (incluso de oposición, porque en política los enemigos también son invitados a la fiesta), secretarios de Estado, legisladores y, por supuesto, la dirigencia nacional de Morena. Ahí estaba el principito Andrés López Beltrán, el secretario de organización, que seguramente fantasea noche tras noche con la idea de que sólo su apellido le dará algún día la presidencia (y en este país de locos con credencial para votar no es de dudarse).
Pero la cosa se puso jugosa cuando los líderes parlamentarios, unos días antes llenos de elogios hacia Sheinbaum, decidieron ignorar su llegada al evento. ¿La razón? Estaban demasiado ocupados posando para los fotógrafos con Andrés López Beltrán, el hijo del expresidente y probable futuro candidato presidencial. Vamos, que le dieron la espalda literalmente a la presidenta. Un desaire que no pasó desapercibido. Aunque luego corrieron como adolescentes arrepentidos para saludarla, Sheinbaum, en un acto de dignidad que pocos esperaban, decidió ignorarlos y seguir su camino hacia el templete. ¡Tómala!
Las redes sociales, ese tribunal de la moral moderna, no tardaron en hacer eco del incidente. Y, bajo la presión de los tuits y memes, los líderes parlamentarios ofrecieron disculpas. Claro, lo hicieron con un mensaje tan coordinado que sonó más a guion de telenovela que a arrepentimiento sincero. Manuel Velasco, Adán Augusto López y Ricardo Monreal usaron las mismas palabras, la misma idea y, probablemente, el mismo guionista. Porque en política, hasta las disculpas son un acto de teatro.
La molestia de Sheinbaum fue notoria. Y no es para menos. Después de ser tratada con "respeto" por Trump (que, en el diccionario político, significa "no nos impuso aranceles de inmediato"), llegar a su propio país y ser ignorada por sus colegas debe doler más que una subida de impuestos. Los legisladores, en lugar de comportarse como los supuestos integrantes de la Cuarta Transformación, se mostraron como vulgares ambiciosos, más interesados en la foto que en el país. Y es que, al final del día, la que logró el acuerdo con Trump fue Claudia. La que se deshizo de la herencia en Hacienda fue Claudia.
Tal vez, la que ya se dio cuenta de que ella es la que manda es Claudia.
Porque después de tantas majaderías en el Senado y en la Cámara de Diputados, y otras tantas en Morena, después de que la han ninguneado y despreciado en sus órdenes e instrucciones, después de que la opinión pública se ha dado cuenta una y mil veces de que ella no ejerce el poder, de pronto este pasado domingo Claudia cayó en cuenta que es ella la de la batuta.
Y quizá, sólo quizá, por eso se sintió con los arrestos suficientes para despreciar a esa parvada de oportunistas.
Así que, señores legisladores, tengan cuidado. Porque en este circo político, la que tiene el látigo (y el aplazamiento de aranceles) es Sheinbaum. Y si no la tratan con el respeto que merece, quizá la próxima vez no los invite a la fiesta, con todo y el ostracismo y la desgracia política que ello implica.
