El Infonavit, con todo y la lavada de cara que pretende Morena, sigue siendo ese gran elefante blanco que no solo es blanco, sino también corrupto, inútil y con un olor a podrido que se extiende por todo el país. Imagine un elefante tan grande como 650 mil viviendas abandonadas en forma de casitas de mentiritas que parecen hechas con cartón y saliva, diseñadas por alguien que claramente odia a la humanidad. Viviendas tan pequeñas que, si te agachas a amarrarte los zapatos tu cabeza ya está en el vecindario de al lado. Esas casas abandonadas lo están porque están tan lejos de todo que, si decides habitarlas, tu vida se convertirá en un eterno viaje en transporte público.
¿Cómo es que permitimos ese desastre al que hoy ya le metió mano Morena? Ah, la pregunta del millón. O mejor dicho, de los billones, porque aquí no se juega con centavitos. La respuesta es simple: corrupción, complicidades y una burocracia tan podrida que hasta los gusanos se espantan. Funcionarios que, después de robarse hasta el último peso, se convierten en legisladores o se acomodan en otros puestos públicos para seguir chupando el presupuesto. Y así, entre risas y moches, en los primeros tres gobiernos de este siglo se construyeron 4.8 millones de cajas de zapatos a las que denominan 'casas'.
El Infonavit tiene una historia tan llena de fraudes y desvíos que hasta los narcos dirían '¡ah, perro...!'. Por ejemplo, entre 2013 y 2015, 60 mil familias fueron despojadas de sus viviendas en siete estados, pero que igual se vieron obligadas a pagar créditos que en muchos casis ni siquiera recibieron. ¿El resultado? Un quebranto de 2,257 millones de pesos que involucró al propio Infonavit y a miembros del poder judicial. Sí, los mismos que deberían proteger a los ciudadanos.
Pero, ¿qué esperábamos? En este país, la justicia es como el chile en nogada: solo aparece una vez al año.
Y si eso no fuera suficiente, entre 2010 y 2021, al menos 2,088 mexicanos fueron víctimas de fraudes por 340 millones de pesos entre robos de identidad, ahorros desaparecidos y créditos fantasma que nunca llegaron pero que sí tuvieron que pagar. El Infonavit, justo ahora, es como ese amigo que siempre te pide prestado, nunca te paga, y encima se emperra cuando le reclamas, pero en versión institucional y con más ceros en la chequera.
Y es así, con este monstruo inútil, que llegamos a la reforma al Infonavit, aprobada por la Cámara de Diputados. ¿Solución? Ja. Más bien es la puerta a un desastre mayor. Las centrales obreras, como la CTM y la CROC, que al principio se oponían, ahora la respaldan. ¿Por qué? Pues porque, como bien dice el refrán: "Cuando hay negocio, el dinero no tiene ideología". Y aquí el negocio es redondo. Redondísimo.
El Infonavit maneja 2.4 billones de pesos en ahorros para vivienda. Dinero que, ojo, no es público, sino de los trabajadores. Sí, de esos mismos que se parten la espalda día tras día para terminar viviendo en una casa que parece más bien celda de castigo. Y ahora, con la reforma, se habla de crear una constructora que levantará 500 mil viviendas durante esta administración. ¿Le suena bien? Pues no se emocione. La oposición ya alertó que al menos 350 mil millones de pesos del activo circulante del Infonavit estarían en riesgo, porque lo aprobado pone a un montón de borrachos sedientos a cuidar la cantina.
Ciertamente en San Lázaro la reforma tuvo algunas modificaciones que pueden ser aplaudibles, como restablecer el equilibrio tripartita en los comités de auditoría y vigilancia. También se incluyó la disposición de que la Auditoría Superior de la Federación fiscalice las operaciones del instituto.
Pero, ¿realmente cree usted que esto evitará la corrupción?
¿De verdad piensa que las licitaciones serán transparentes y que no habrá margen para las corruptelas?
¿O que de repente van a aparecer planes de urbanización bien trazados, con servicios de agua, saneamiento y electricidad?
La verdad es que hay más preguntas que respuestas. Y mientras tanto, los trabajadores mexicanos siguen esperando que sus ahorros no se esfumen like tears in the rain. Pero, ¿qué más da? Al fin y al cabo, en este país la esperanza es lo último que se pierde. Y a veces, también lo primero junto con los ahorros.
Así que, señoras y señores, damas y caballeros, niñas y niños, el circo del Infonavit está puesto y dispuesto a darnos un show espeluznante donde los elefantes blancos son reales, las casas son de cartón y la corrupción es el payaso que no da risa. Y si no les gusta, pues ya saben: no la hagan de jamón, alaben al gobierno y regrésense a su casita de 27 metros cuadrados.
Eso sí, no olviden su sentido del humor, porque lo van a necesitar.