Tardé mucho tiempo en aprender que pasar de las ideas a los hechos requiere de actuar con decisión, me entretuve lustros completos en entend...
Tardé mucho tiempo en aprender que pasar de las ideas a los hechos requiere de actuar con decisión, me entretuve lustros completos en entender que toda acción viene precedida de una decisión y un compromiso firmes; perdí décadas entendiendo a fuerza de errores que, si todo esto falla, las buenas intenciones se quedan como simples teorías. Y aún sigo aprendiendo que tener cierto conocimiento de algo sirve de nada si no se lleva a la práctica.
La inercia interna y la externa son fuerzas que casi siempre nos impiden actuar, y de las dos la más fuerte es la interna; es la lucha que tiene lugar en la mente y que nos demanda desarmar las excusas que bloquean la acción; una vez que ganamos esa guerra con nosotros mismos, superar los obstáculos que vienen de fuera es relativamente más fácil; pasar del reposo (no hacer) al movimiento (hacer) exige elegir, y esto significa renunciar a otras opciones.
Por supuesto, actuar significa, más veces de las que quisiéramos, equivocarse, pero no hacerlo siempre trae peores consecuencias; conozco mucha gente (más de la que quisiera) que siente que la inacción los protege del error, y que el fracaso sólo es posible cuando uno selecciona la carta incorrecta; estas personas no sospechan que no elegir es de hecho elegir no hacer nada, lo cual también es una decisión.
Nadie aprende de lo que oye, lee, memoriza o estudia, sino de lo que pone en práctica; el conocimiento intelectual es ampliamente superado por las lecciones que se aprenden mientras se actúa, saber sólo la teoría es tener información, pero saber desde el hacer es conocimiento.
Tampoco se trata de hacer por hacer, por supuesto, sino de obtener conclusiones del resultado de los actos para modelar el comportamiento; bien dicen que el sabio es quien conoce pocas cosas pero las domina, y que el sabelotodo es el que sabe mucho pero sin profundidad.
El exceso de información que hoy vivimos provoca un empacho de análisis, y frecuentemente provoca la parálisis; nos encantan lo memes que se hacen de las personas que a botepronto siempre dicen “Sí, eso ya lo leí”, o “Sí, eso ya lo sé”, porque entendemos rápidamente que eso es sólo un conocimiento de oídas, no experiencial; lo que se conoce pero no se pone en práctica es no conocerlo.
Si llevamos una vida de constante aprendizaje y aplicación práctica estamos construyendo un estupendo modelo de transferencia de información en la experimentación; una práctica que vale la pena inculcarnos, y que la aprendí de un muy buen amigo, Renato Rosas Paredes, es siempre preguntarme cómo llevar a la práctica lo que recién acabo de aprender en la teoría; ese cuestionamiento constante me ha llevado por muchas vías sin salida, pero el camino es lo delicioso y lo que lleva a aprender mucho mejor cómo dominar esta fiera que es la vida.
jose@antoniozapata.com
La inercia interna y la externa son fuerzas que casi siempre nos impiden actuar, y de las dos la más fuerte es la interna; es la lucha que tiene lugar en la mente y que nos demanda desarmar las excusas que bloquean la acción; una vez que ganamos esa guerra con nosotros mismos, superar los obstáculos que vienen de fuera es relativamente más fácil; pasar del reposo (no hacer) al movimiento (hacer) exige elegir, y esto significa renunciar a otras opciones.
Por supuesto, actuar significa, más veces de las que quisiéramos, equivocarse, pero no hacerlo siempre trae peores consecuencias; conozco mucha gente (más de la que quisiera) que siente que la inacción los protege del error, y que el fracaso sólo es posible cuando uno selecciona la carta incorrecta; estas personas no sospechan que no elegir es de hecho elegir no hacer nada, lo cual también es una decisión.
Nadie aprende de lo que oye, lee, memoriza o estudia, sino de lo que pone en práctica; el conocimiento intelectual es ampliamente superado por las lecciones que se aprenden mientras se actúa, saber sólo la teoría es tener información, pero saber desde el hacer es conocimiento.
Tampoco se trata de hacer por hacer, por supuesto, sino de obtener conclusiones del resultado de los actos para modelar el comportamiento; bien dicen que el sabio es quien conoce pocas cosas pero las domina, y que el sabelotodo es el que sabe mucho pero sin profundidad.
El exceso de información que hoy vivimos provoca un empacho de análisis, y frecuentemente provoca la parálisis; nos encantan lo memes que se hacen de las personas que a botepronto siempre dicen “Sí, eso ya lo leí”, o “Sí, eso ya lo sé”, porque entendemos rápidamente que eso es sólo un conocimiento de oídas, no experiencial; lo que se conoce pero no se pone en práctica es no conocerlo.
Si llevamos una vida de constante aprendizaje y aplicación práctica estamos construyendo un estupendo modelo de transferencia de información en la experimentación; una práctica que vale la pena inculcarnos, y que la aprendí de un muy buen amigo, Renato Rosas Paredes, es siempre preguntarme cómo llevar a la práctica lo que recién acabo de aprender en la teoría; ese cuestionamiento constante me ha llevado por muchas vías sin salida, pero el camino es lo delicioso y lo que lleva a aprender mucho mejor cómo dominar esta fiera que es la vida.
jose@antoniozapata.com